En muchas organizaciones se está ampliando una brecha importante. No se trata del presupuesto, del talento ni de la estrategia de producto. Se trata del liderazgo. Específicamente, de un liderazgo que no ha avanzado al mismo ritmo ni con la misma escala que la tecnología.
Mientras la innovación se mueve con rapidez, las decisiones en la cima suelen ser lentas, cautelosas y reactivas. Y el costo de esa desconexión es más alto de lo que muchas empresas imaginan: oportunidades perdidas, talento que se va, sistemas obsoletos y, en algunos casos, pérdida de relevancia.
La realidad: la tecnología no espera
Las nuevas herramientas y sistemas están transformando la manera en que operan las empresas en todos los sectores. Desde la inteligencia artificial y la automatización, hasta las plataformas en la nube y el análisis de datos, la tecnología está marcando un nuevo ritmo de trabajo. Lo que antes era innovador, hoy se da por hecho.
Un artículo de McKinsey señala que los líderes ya no pueden tratar la innovación como un extra. Debe ser parte esencial de su forma de pensar y de liderar. Las empresas que van a la cabeza no solo invierten en nuevas herramientas. También se mueven más rápido, hacen mejores preguntas y permiten que sus equipos experimenten y aprendan en tiempo real.
Aun así, en muchas salas de juntas los equipos directivos siguen operando con enfoques del pasado.
Lo que empieza a fallar
Cuando el liderazgo no se adapta, varias áreas críticas empiezan a deteriorarse.
1. Puntos ciegos estratégicos
Muchos ejecutivos siguen tomando decisiones tecnológicas desde una lógica operativa. Ven las herramientas como sistemas de apoyo y no como parte central de la estrategia del negocio.
Esta visión genera puntos ciegos. Por ejemplo, un líder puede invertir en inteligencia artificial para reducir costos en atención al cliente, sin darse cuenta de su potencial para transformar por completo la experiencia del cliente. O puede posponer una migración a la nube por lo complicado que parece a corto plazo, sin considerar la agilidad que ofrece a largo plazo.
El resultado es una empresa que opera, pero no lidera.
2. Toma de decisiones lenta
El rezago del liderazgo también genera cuellos de botella. Cuando una nueva idea necesita pasar por múltiples niveles de aprobación, o cuando las preocupaciones del pasado dominan la conversación, la innovación pierde fuerza. Mientras tanto, los competidores avanzan con modelos más ágiles y eficaces.
Harvard Business Review ha señalado que los consejos directivos necesitan un nuevo enfoque frente a la tecnología. En lugar de verla como un riesgo, deberían considerarla una oportunidad de crecimiento. Los equipos ejecutivos más efectivos hoy no solo aprueban presupuestos, también se involucran de forma activa con las herramientas emergentes.
3. Pérdida de talento y desconexión
El talento digital percibe cuando el liderazgo no está al día. Y cuando sienten que sus ideas o conocimientos no serán tomados en cuenta, suelen irse.
Los profesionales más capaces buscan entornos donde se valore el pensamiento fresco y exista espacio para contribuir de verdad. Quieren formar parte de algo significativo, no solo mantener la operación funcionando.
Cuando el liderazgo no crea ese entorno, la empresa se convierte en un lugar de paso para los que podrían haber sido sus mejores colaboradores.
4. Adopción deficiente de tecnología
Incluso cuando se invierte en las herramientas correctas, esas inversiones pueden desperdiciarse si los líderes no saben cómo apoyar su adopción.
La tecnología por sí sola no genera transformación. Lo hacen las personas. Y cuando el liderazgo no modela la mentalidad ni los comportamientos necesarios para que el cambio se sostenga, la adopción se vuelve inconsistente. Algunos sistemas no se usan. Los equipos regresan a sus hábitos anteriores. El resultado es una mezcla de oportunidades desaprovechadas y recursos subutilizados.
Cómo se ve un liderazgo preparado para el futuro
Entonces, ¿cómo pueden las empresas mantener al liderazgo alineado con el ritmo del cambio?
Todo empieza con la curiosidad. No es necesario ser experto en tecnología para liderar en un entorno digital, pero sí es importante mantenerse involucrado. Los líderes que hacen las preguntas correctas y promueven nuevas ideas son quienes permiten que sus equipos crezcan con seguridad.
Esto puede reflejarse en acciones como estas:
Aprender continuamente. Haz espacio para entender lo que está ocurriendo en tecnología. No es necesario conocer cada plataforma, pero sí tener claridad sobre las tendencias clave en tu sector.
Incluir a tus líderes tecnológicos desde el inicio. El CIO o CTO no debería entrar en la conversación después de que se tomó la decisión. Su visión debe estar presente desde el principio.
Darle espacio al equipo para probar. La innovación no suele venir de una gran idea. Generalmente surge de muchos experimentos pequeños. Apoya a quienes se animen a probar algo nuevo, aunque no salga perfecto desde el inicio.
Alinear cada herramienta con un objetivo de negocio. La tecnología es un medio. Ya sea para mejorar el servicio, agilizar decisiones o liberar tiempo, cada inversión debe tener una razón clara detrás.
Cuestionar lo que no ha cambiado. Si algo se ha mantenido igual por años, vale la pena preguntar por qué. Los líderes que se atreven a desafiar lo familiar suelen abrir camino a algo mejor.
Liderar lo que viene
Cuando el liderazgo se queda atrás, la organización lo resiente. La innovación se estanca. El mejor talento se va. Y la empresa empieza a reaccionar ante el cambio en lugar de anticiparlo.
Pero cuando los líderes se mantienen activos, hacen mejores preguntas y dan espacio a nuevas ideas, las cosas cambian. Los equipos se sienten respaldados. Las decisiones se toman con más agilidad. La empresa se vuelve más capaz de enfrentar lo que viene, no solo lo que está ocurriendo ahora.
La tecnología no se va a detener. La verdadera pregunta es si el liderazgo está listo para avanzar al ritmo del cambio y tomar la delantera.

Fernando Ortiz-Barbachano
CEO - Challenger, Gray and Christmas México
CEO - Barbachano International, Inc.